24 agosto 2014

DESMONTANDO EL EGO



A menos de que conozcas la mecánica fundamental del ego, no podrás reconocerlo y caerás en el error de identificarte con él una y otra vez.
Esto significa que el ego se apoderará de ti y fingirá ser tú.
El acto mismo de reconocer, es uno de los mecanismos para despertar.
Cuando reconozcas tu inconsciencia, será precisamente el surgimiento de la conciencia, el despertar.
No es posible vencer en la lucha contra el ego (no hay que negarlo), lo único que hace falta es la luz de la conciencia (tomar conciencia del ego). Es la única manera de poder trascenderlo.
Tú eres esa luz.

El ego siempre es identificación con la forma, es buscarnos a nosotros mismos y perdernos en algún tipo de forma.
Las formas no son solamente objetos materiales o cuerpos físicos, también son las formas de pensamiento que brotan constantemente en el campo de la conciencia.
Aquella voz que oímos incesantemente en la cabeza, es el torrente de pensamientos incansables y compulsivos.
Cuando cada pensamiento absorbe nuestra atención completamente, cuando nos identificamos con la voz de la mente y las emociones que la acompañan, nos perdemos en cada pensamiento y cada emoción, nos identificamos totalmente con la forma y, por lo tanto, permanecemos en las garras del ego.
El ego es un conglomerado de pensamientos repetitivos y patrones mentales y emocionales condicionados, dotados de una sensación de "yo".
El ego emerge cuando el sentido del Ser, del "Yo soy", el cual es conciencia informe, se confunde con la forma.
Ese es el significado de la identificación. Es el olvido del Ser, el error primario, la ilusión de la separación absoluta, la cual convierte la realidad en una pesadilla.

La mayoría de las personas se identifican completamente con la voz de la mente, con ese torrente incesante de pensamientos involuntarios y compulsivos y las emociones que lo acompañan. Podríamos decir que están poseídas por la mente.
Esta es la mente egotista (el ego).
Hay una sensación de "yo" (ego) en cada pensamiento, en cada recuerdo, interpretación, opinión, punto de vista, reacción y emoción. Hablando en términos espirituales, éste es el estado de inconsciencia.
El pensamiento, el contenido de la mente, está condicionado por el pasado. Cuando decimos "yo", es el ego quien habla, no nosotros.

El ego consta de pensamiento y emoción. Un paquete de recuerdos que identificamos como "yo y mi historia". De papeles que representamos habitualmente sin saberlo, de identificaciones colectivas como la nacionalidad, la religión, la raza, la clase social o la filiación política. También contiene identificaciones personales, no solamente con los bienes materiales sino también con las opiniones, la apariencia externa, los resentimientos acumulados o las ideas de ser superiores o inferiores a los demás, de ser un éxito o un fracaso.
El contenido del ego varía de una persona a otra, pero en todo ego opera la misma estructura. En otras palabras, los egos son diferentes sólo en la superficie, en el fondo son todos iguales.
¿En qué sentido son iguales? Viven de la identificación y la separación.
Así, el ego lucha permanentemente por sobrevivir, tratando de protegerse y engrandecerse.

El ego se identifica con las cosas materiales, tratamos de encontrarnos a través de ellas, y esto da lugar al apego y a la obsesión, los cuales crean la sociedad de consumo y las estructuras económicas donde la única medida de progreso es tener siempre más.
El deseo incontrolado de tener más, de crecer incesantemente, es una disfunción y una enfermedad.
Tratamos de hallarnos en las cosas pero nunca lo logramos del todo y terminamos perdiéndonos en ellas.
¿Cómo desprendernos del apego a las cosas?
Ni siquiera hay que intentarlo. Es imposible.
El apego a las cosas se desvanece por sí solo cuando renunciamos a identificarnos con ellas.
Lo importante es tomar conciencia de que tenemos apegos.
Sabremos si estamos apegados a algo o a alguien, porque en el momento de perderlo, sentiremos desesperación, sufrimiento.
Cuando reconocemos que estamos apegados a algo o a alguien, es cuando comienza la transformación de la conciencia. 

El ego se identifica con lo que se tiene.
Oculto dentro de él permanece un sentimiento profundo de insatisfacción, de "no tener suficiente", de estar incompleto.  "Todavía no tengo suficiente", dice el ego, queriendo decir realmente, "Todavía no soy suficiente".

El ego también se identifica con el cuerpo físico. Esto nos obliga a asumir un papel en la sociedad y a amoldarnos a unos patrones condicionados de comportamiento.
Juzgamos nuestro cuerpo físico y lo comparamos con otros, a fin de perfeccionarlo para ser igual o mejores que los demás. Buscamos modelos a imitar, y seguimos las modas.
Esta identificación con el cuerpo físico es también identificación con la mente, y es enfermedad. El ego es la enfermedad.
Identificarte con tu cuerpo, el cual está destinado a envejecer, marchitarse y morir, siempre genera sufrimiento tarde o temprano.
Abstenerte de identificarte con el cuerpo no implica descuidarlo, despreciarlo o dejar de interesarte por él. Si es fuerte, bello y vigoroso, podemos disfrutar y apreciar esos atributos, mientras duren. También podemos mejorar la condición del cuerpo mediante el ejercicio y una buena alimentación.

Aunque la identificación con el cuerpo es una de las formas más básicas del ego, la buena noticia es que también es la más fácil de trascender.
Esto no se logra haciendo un esfuerzo por convencernos de que no somos el cuerpo, sino dejando de prestar atención a la forma corporal externa y a los juicios mentales (bello, feo, fuerte, débil, demasiado gordo, demasiado delgado), para centrar la atención en el interior, en la sensación de vida que lo anima.
Podemos comenzar a sanar cuando miramos nuestro cuerpo sin los juicios mentales, o reconocer estos juicios sin creer en ellos.
Es esencial sentir nuestro cuerpo desde adentro, en lugar de juzgarlo desde afuera.
Cuando no hay identificación con la mente (apego al "Yo"), no hay identificación con el cuerpo. Y cuando la belleza desaparece, entonces no hay sufrimiento.
Cuando no hay apego al cuerpo y éste comienza a envejecer, la luz de la conciencia puede brillar más fácilmente.

El ego tiene el hábito compulsivo de hallar fallas en los demás y de quejarse de ellos.
Cuando criticamos o condenamos al otro, nuestro ego se siente más grande y superior que los demás. Esto desencadena a la violencia física entre los individuos y la guerra entre las naciones.
No se deben confundir las quejas con el hecho de hacer ver a una persona una deficiencia o un error, a fin de que pueda corregirlo.
Abstenerse de quejarse no significa necesariamente tolerar la mala conducta.
No es cuestión de ego decirle a un mesero que la sopa está fría y que debe calentarse, siempre y cuando nos atengamos a los hechos y no al "yo". Los hechos son neutros.
Renegar es decir "Cómo se atreve a traerme una sopa fría".
Aquí hay un "yo" al cual le encanta sentirse personalmente ofendido por la sopa fría y que disfruta cuando encuentra la falta en el otro. Las quejas a las cuales nos referimos están al servicio del ego, no del cambio.
Algunas veces es obvio que el ego realmente no desee cambiar a fin de poder continuar quejándose.

No hay nada que fortalezca más al ego que tener la razón.
Cuando nos quejamos, encontramos faltas en los demás y reaccionamos. El ego se fortalece y se siente superior.
Quizás no sea fácil reconocer que nos sentimos superiores cuando nos quejamos, la razón es que cuando nos quejamos es que tenemos la razón mientras que la persona de la que nos quejamos (o la situación), está en el error.
Claro está que para tener la razón es necesario que alguien más esté en el error, de tal manera que al ego le encanta fabricar errores para tener razón.
Tener la razón es identificarse con una posición mental, un punto de vista, una opinión, un juicio o una historia.
Necesitamos que otros estén equivocados a fin de sentirnos más fuertes y superiores.
Esta sensación de superioridad es la que el ego ansía y la que le sirve para engrandecerse.

Cuando decimos que la luz viaja más rápido que el sonido y otra persona afirma lo contrario, es obvio que tenemos la razón y que la otra persona está en el error.
Observar que el rayo cae antes de oírse el trueno, permite comprobar este hecho.
¿Hay ego en esto?
No necesariamente. Si simplemente afirmamos lo que conocemos como verdad, sin identificación con la mente, entonces no hay ego.
Pero si decimos: "Créeme, yo sé que la luz viaja más rápido que el sonido" o "¿Por qué no me crees cuando digo que la luz viaja más rápido que el sonido?". Entonces aquí sí hay identificación con el “Yo” (el ego, la mente). La frase se ha personalizado, ahora es subjetiva en lugar de ser objetiva.
El ego se toma todo a pecho y hace que se desaten las emociones, se pone a la defensiva y hasta puede haber agresiones.
¿Estamos defendiendo la verdad?
No, porque la verdad no necesita defensa. Ni a la luz ni al sonido les interesa lo que nosotros u otras personas piensen. Nos defendemos a nosotros mismos o, más bien, defendemos nuestro ego.

El resentimiento es la emoción que acompaña a las lamentaciones y a los rótulos mentales, y refuerza todavía más el ego.
El resentimiento equivale a sentir amargura, indignación, agravio u ofensa.
Resentimos la codicia de la gente, su deshonestidad, su falta de integridad, lo que hace, lo que hizo en el pasado, lo que dijo, lo que no hizo, lo que debió o no hacer. Al ego le encanta.
En lugar de pasar por alto la inconsciencia de los demás, la incorporamos en su identidad.
¿Quién lo hace? Nuestra inconsciencia, nuestro ego.
Algunas veces, la "falta" que percibimos en otra persona, ni siquiera existe. Es una interpretación equivocada, una proyección de una mente condicionada para ver enemigos en los demás y elevarse por encima de ellos.

No reaccionar al ego de los demás, es una de las formas más eficaces de trascender el ego propio y también de disolver el ego colectivo de los demás.
Pero solamente podemos estar en un estado donde no hay reacción, si podemos reconocer que el comportamiento del otro viene del ego.
Al no reaccionar frente al ego, logramos hacer aflorar la cordura en los demás. La mayor protección es permanecer conscientes.
No reaccionar no es señal de debilidad sino de fortaleza.
Otra forma de expresar la ausencia de reacción es el perdón.
Pero no te esfuerces por perdonar. El esfuerzo de perdonar y de soltar no sirve.
El perdón se produce naturalmente cuando ves que el rencor no tiene otro propósito que reforzar el ego.
Cuando comprendes que el rencor solo sirve para reforzar el ego, es cuando espontáneamente se produce el perdón, porque comprendes que no hay nada que perdonar.
El peor enemigo del ego es el momento presente.
La verdadera liberación es tomar conciencia de las emociones que refuerzan al ego, es entonces cuando puedes liberarte. (Las observas, en el momento presente, y éstas se disuelven).

Los patrones de ego de los demás, contra los cuales reaccionamos con mayor intensidad  y los cuales confundimos con su identidad,  tienden a ser los mismos patrones nuestros,  pero que somos incapaces de detectar o develar en nosotros.
Es mucho lo que podemos aprender de nuestros enemigos.
¿Qué es lo que hay en ellos que más nos molesta y nos enoja? ¿Su egoísmo? ¿Su codicia? ¿Su necesidad de tener el poder y el control? ¿Su deshonestidad, su propensión a la violencia, o cualquier otra cosa?
Todo aquello que resentimos y rechazamos en otra persona, está también en nosotros.
Pero no es más que ego, no tiene nada que ver con lo que somos ni con la otra persona.

Trata de atrapar a la voz de tu mente en el momento mismo en que te quejas de algo, y reconócela por lo que es: la voz del ego, nada más que un patrón mental condicionado, un pensamiento.
Cada vez que tomes nota de esa voz, también te darás cuenta de que tú no eres la voz sino el ser que toma conciencia de ella.
Tú eres la conciencia consciente de la voz.
Es así como te liberas del ego.
Cada vez que reconoces al ego, éste se debilita y tú te haces más consciente.

El ego no es malo, sencillamente es inconsciente.
Cuando observamos el ego, comenzamos a trascenderlo.

La lucha contra la inconsciencia puede llevar a la inconsciencia misma.
Jamás será posible vencer la inconsciencia, el ego, mediante el ataque.
Hay que tener cuidado de no asumir una especie de misión para "erradicar el mal", pues podría convertirse precisamente en el "mal" mismo.
Todo aquello contra lo cual luchamos se fortalece, y aquello contra lo cual nos resistimos, persiste.
Hay una guerra contra las drogas, una guerra contra la delincuencia, una guerra contra el terrorismo, una guerra contra el cáncer, una guerra contra la pobreza, y así sucesivamente.
Toda "guerra contra" esto o aquello, está condenada al fracaso.

Debemos reconocer al ego por lo que es: una disfunción colectiva, la demencia de la mente humana.
Cuando logramos reconocerlo por lo que es, ya no lo vemos como la identidad de la otra persona.
Una vez que reconocemos al ego por lo que es, es mucho más fácil NO reaccionar contra él. Dejamos de tomar sus ataques como algo personal y comenzamos a sentir compasión cuando reconocemos que todos sufrimos de la misma enfermedad de la mente, la cual es más grave en unas personas que en otras.

El ser humano tiende a creer que el "Yo" (el ego) es la realidad, pero tan solo es una ilusión de la realidad.
Cuando logramos reconocer la ilusión por lo que es, ésta se desvanece.
Cuando vemos lo que no somos, la realidad de lo que somos emerge espontáneamente.





Eckhart Tolle 

20 agosto 2014

LA VERDAD



No se puede encontrar la verdad absoluta donde no está: 
en las doctrinas, las ideologías, las normas o los relatos.
¿Qué tienen todos ellos en común? Están hechos de pensamientos.
El pensamiento puede señalar la verdad, pero nunca es la verdad.
Es por eso que en el budismo se dice "El dedo que señala a la luna, no es la luna".
Todas las religiones son igualmente falsas e igualmente verdaderas, dependiendo de cómo se las utilice. 
Se las puede utilizar al servicio del ego o al servicio de la Verdad. 
Si creemos que solamente la nuestra es la religión verdadera, la estamos usando a favor del ego.
Utilizada de esta manera, la religión se convierte en una ideología, crea un sentido ilusorio de superioridad y siembra la división y la discordia entre la gente.
Cuando están al servicio de la Verdad, las enseñanzas religiosas representan señales o mapas del camino dejadas por los seres iluminados para ayudarnos en nuestro despertar espiritual, es decir, para liberarnos de la identificación con la forma.

¿Puede la Verdad ponerse en palabras? 
Sí, pero las palabras no son la Verdad. Sólo apuntan a ella.
La verdad es inseparable de nosotros mismos. 
Tú eres la Verdad. Si la buscas en otra parte, sólo encontrarás desilusión.
Ese Ser que somos cada uno de nosotros es la Verdad. 
Jesús trató de comunicarla cuando dijo, "Soy el camino, la verdad y la vida".
Jesús habla de ese "Yo Soy" más profundo, de la identidad esencial de cada hombre y de cada mujer, de todas las formas de vida. Se refiere a la vida que somos.
Algunos místicos cristianos hablan del Cristo interior; 
los budistas hablan de nuestra naturaleza de Buda; 
para los hindúes es atman, el Dios que mora en nosotros.
Cuando estamos en contacto con esa dimensión interior (y estar en contacto es nuestro estado natural, no un logro milagroso), 
todos nuestros actos y relaciones reflejan la Unicidad. Ese es el amor.
Las leyes, los mandamientos, las reglas y las normas son necesarias para quienes están separados de su esencia, de la Verdad que mora en ellos. Sirven para prevenir los peores excesos del ego. 
San Agustín dijo, "Ama y haz tu voluntad". No hay palabras que se acerquen más a la Verdad que éstas.

Eckhart Tolle 


14 agosto 2014

¿CÓMO TRASCENDER EL EGO?




A medida que uno crece, va formándose una imagen mental de sí mismo basada en su condicionamiento personal y cultural. Esta imagen mental es el ego.
El ego es tu actividad mental y sólo puede funcionar mediante el pensamiento constante.
El ego es creado por una identificación inconsciente con la mente. Es el falso Yo. Crees que eres este Yo, cuando en realidad eres Conciencia.
Para el ego, el momento presente no existe. Sólo considera importantes el pasado y el futuro.
Incluso cuando parece que el ego está en el presente, no ve el presente: lo percibe equivocadamente porque lo mira con los ojos del pasado.
O reduce el presente a ser un medio para un fin. Un fin que siempre reside en el futuro proyectado por la mente.

El momento presente contiene la clave de la liberación, pero no puedes encontrar el momento presente mientras seas tu mente.

Alcanzar la iluminación significa elevarse por encima del pensamiento. Es estar en el Presente, el Aquí y Ahora. Estar libre de pensamientos, de sentimientos, de tiempo, de dualidad. Es el total fluir de lo que Es.
En el estado de iluminación sigues usando la mente cuando la necesitas, pero de un modo mucho más enfocado y eficaz que antes. La empleas principalmente con fines prácticos, pero eres libre del diálogo interno involuntario, y vives en la quietud interior.
Cuando empleas la mente, y en particular cuando necesitas dar una solución creativa a algo, vas oscilando cada pocos minutos entre la mente y la quietud, entre la mente y la no-mente.
La no-mente es conciencia sin pensamiento.
Sólo la no-mente permite pensar creativamente, porque da al pensamiento un poder real.

La mente (ego), no es únicamente el pensamiento. Incluye también las emociones y las pautas de reacción inconscientes, tanto mentales como emocionales.
La emoción surge en el momento en que el cuerpo reacciona al pensamiento. Es el reflejo de la mente en el cuerpo.
Toda emoción es una reacción de tu cuerpo cuando hay identificación con el pensamiento. Es decir, cuando dejas de prestar atención al Presente y te sumerges en tus pensamientos. Esta acción es inconsciencia. Por esto, en la iluminación no hay emociones.
Si no puedes sentir tus emociones, si estás desconectado de ellas, acabarás sintiéndolas a un nivel puramente físico, como un problema o síntoma físico.

Cuanto más te identificas con el pensamiento, con lo que te gusta o disgusta, con tus juicios e interpretaciones, es decir, cuanto menos presente estás como conciencia observante, más fuerte es la carga de energía emocional.

Puedes dejar que la emoción esté ahí sin ser controlado por ella. Ya no eres la emoción; eres el observador, la presencia que mira.
Si practicas así, todo lo que es inconsciente en ti, saldrá a la luz de la conciencia.

¿CÓMO PODEMOS ABANDONAR LA NEGATIVIDAD?

Soltándola. Reconociendo que no quieres sufrir el dolor o soportar la carga más y después dejándola ir.

Toda resistencia interior se experimenta como negatividad en una forma u otra. Toda negatividad es resistencia.
La negatividad va de la irritación o la impaciencia, a la rabia furiosa; de un humor depresivo o un resentimiento sombrío, a la desesperación suicida.
La negatividad es identificación con la mente, es inconsciencia. Es una resistencia al fluir de la vida. Niegas lo que es.
En cuanto sabes que no la quieres y no la necesitas, entonces puedes soltarla.
La única manera de poder abandonarla es aceptándola, siendo consciente de ella.
Ríndete a ella, sin poner resistencia, entrégate a ella y se disolverá.

El ego cree que por medio de la negatividad puede manipular la realidad y conseguir lo que quiere. Cree que por medio de ella puede atraer una condición deseable o disolver una indeseable.
Pero la realidad es que en lugar de atraer una condición deseable, impide que surja. En lugar de disolver una indeseable, la mantiene en su lugar.
La única función de la negatividad es que refuerza el ego y por eso al ego le encanta.
La negatividad es totalmente antinatural. Ninguna otra forma de vida en el planeta conoce la negatividad, sólo los seres humanos.
Observa cualquier planta o animal y permite que te enseñe la aceptación de lo que es, la entrega al Ahora. Deja que te enseñe a Ser.

Las emociones negativas recurrentes a menudo contienen un mensaje, lo mismo que las enfermedades.
La negatividad te recuerda que debes estar más presente.
Siempre que te des cuenta de que ha surgido alguna forma de negatividad en ti, mírala como una señal que te dice: "Despierta. Sal de la mente. Vive el presente".
Incluso la más leve irritación es significativa y debe ser reconocida y observada. En caso contrario, habrá una acumulación de reacciones no observadas.

¿CÓMO PODEMOS DISOLVER LA INCONSCIENCIA?

Hazla consciente.
Observa las muchas formas en que el desasosiego, el descontento y la tensión surgen dentro de ti a causa del juicio innecesario, de la resistencia a lo que es y de la negación del Ahora.
Todo lo inconsciente se disuelve cuando tomas conciencia sobre ello. Y para lograrlo, debes observarte a ti mismo.
Puedes preguntarte: ¿Estoy tranquilo en este momento? o ¿Qué está ocurriendo en mí en este momento?
Dirige tu atención hacia tu cuerpo. Si existe alguna tensión, observa en qué forma estás evitando, resistiéndote o negando la vida, el Ahora.
Debes estar al menos tan interesado en lo que pasa en tu interior como en lo que ocurre fuera.
Si tu interior está bien, lo exterior estará en orden. Si hay paz en tu interior, habrá paz en el exterior. Lo que es adentro es afuera.



Eckhart Tolle
Camino al Despertar

10 agosto 2014

LA VERDAD QUE ESTÁ EN TODAS LAS RELIGIONES


Debajo de las diferencias aparentes de todas las religiones y tradiciones espirituales, hay dos principios fundamentales en los cuales convergen (coinciden) prácticamente todas. 
Las palabras utilizadas para expresar esos principios son diferentes, pero todas apuntan hacia una doble verdad fundamental:

1- La primera parte de esa verdad es el reconocimiento de que el estado mental "normal" de la mayoría de los seres humanos contiene un elemento fuerte de disfunción o locura.
Como una forma de enfermedad mental colectiva.

-En el hinduismo la denominan "maya" (el velo de la ilusión).
-En el budismo la denominan "dukka" (sufrimiento, desdicha).
Buda dice que la mente humana genera "dukka", y por tanto, todo es "dukka".

-En el cristianismo la denominan "el pecado original" (que significa "no dar en el blanco").
Significa vivir torpe y ciegamente, sufriendo y causando sufrimiento.

Los logros de la humanidad son impresionantes e innegables. Hemos creado obras sublimes en la música, la literatura, la pintura, la arquitectura, la escultura, la ciencia y la tecnología.
No hay duda de que la mente humana es enorme. Sin embargo, esa misma inteligencia está tocada de locura.
Guerras crueles y destructivas, motivadas por el miedo, la codicia y las ansias de poder.
La esclavitud, la tortura y la violencia generalizada motivada por razones religiosas e ideológicas.
La violencia contra otras formas de vida y contra el planeta mismo.
Los seres humanos habían sufrido más a manos de otros seres humanos que a causa de los desastres naturales.
Empujados por la codicia e ignorantes de su conexión con el todo, los seres humanos insisten en un comportamiento que, de continuar desbocado, provocará nuestra propia destrucción.
Basta con ver las noticias de todos los días en la televisión para reconocer que la locura no solamente no ha menguado sino que todavía continúa en el siglo veintiuno.

¿Las causas de todo esto?

El miedo, la codicia y el deseo de poder.
Sin embargo, es importante reconocer que el miedo, la codicia y el deseo de poder no son las verdaderas causas de lo que venimos hablando sino que son productos de ella.
La disfunción realmente es un delirio colectivo profundamente arraigado dentro de la mente de cada ser humano. (Es un estado de desequilibrio).

¿La solución a todo esto?

Un cambio en el estado de conciencia.
No podemos esforzarnos a ser bondadosos, sino VER LA BONDAD DENTRO DE NOSOTROS.

2- La segunda parte de la verdad de las religiones y tradiciones espirituales es la buena nueva de una posible transformación radical de la conciencia humana.
-En el hinduismo, esa transformación se llama "Iluminación".
-En el budismo, se llama "Iluminación" o "Fin del sufrimiento".
-En el cristianismo, se llama "la Salvación".
Otros términos empleados para describir esta transformación son los de liberación y despertar.

El logro más grande de la humanidad no está en sus obras de arte, ciencia o tecnología, sino en reconocer su propia disfunción, su locura.
Reconocer la locura es el comienzo de la sanación y la trascendencia.

En el planeta había comenzado a surgir una nueva dimensión de conciencia, un primer asomo de florescencia; Los maestros espirituales.
Siddhartha Gautama (Buda), Lao Tsé, etc. Que les mostraron el camino a la humanidad, pero ésta no estaba preparada conciencialmente para comprender la Verdad.
Aunque sus enseñanzas eran a la vez sencillas y poderosas, terminaron distorsionadas y malinterpretadas por las religiones.
Fue así como las religiones se convirtieron en un factor de división en lugar de unión.
El hombre hizo a "Dios" a su imagen y semejanza.
Lo eterno, lo infinito y lo innombrable (la Esencia Divina de la que están formadas todas las cosas; el Todo, el Tao, la Conciencia, Dios...) se redujo a un ídolo mental al cual había que venerar y en el cual había que creer como "mi dios" o "nuestro dios".
Es poco probable que podamos percibirlo a menos que hayamos podido vislumbrar esa Verdad en nuestro interior.

A lo largo de la historia han existido seres que han experimentado el cambio de conciencia y han reconocido la Verdad en su interior.
Gracias a algunas de esas personas, se desarrollaron escuelas o movimientos esotéricos.
Fue así como apareció el gnosticismo y el misticismo entre los primeros cristianos, el sufismo en el Islam, el jasidismo y la cábala en el judaísmo, el vedanta advaita en el hinduismo, y el Zen y el Dzogchen en el budismo.
A diferencia de las religiones principales, sus enseñanzas hacían énfasis en la realización y la transformación interior.
Fue a través de esas escuelas o movimientos esotéricos que las religiones recuperaron el poder transformador de las enseñanzas originales, aunque en la mayoría de los casos solamente una minoría de personas tuvieron acceso a ellas.

Eckhart Tolle