18 diciembre 2018

LA LIBERACIÓN DEL CUERPO DEL DOLOR


“¿Por qué te quedas en la cárcel cuando la puerta está abierta de par en par?
~ Rumi

El comienzo de la libertad implica que para liberarnos del cuerpo del dolor debemos reconocer que lo tenemos. Después, y más importante todavía, es preciso mantenernos lo suficientemente presentes y alertas para notar el cuerpo del dolor cuando se activa en nosotros, como un flujo pesado de emoción negativa. Cuando lo reconocemos, ya no puede fingir que es nosotros, ya no puede hacerse pasar por nosotros, ni vivir ni renovarse a través de nosotros.

La identificación con el cuerpo del dolor se rompe con la Presencia consciente. Cuando dejamos de identificarnos con él, el cuerpo del dolor pierde todo control sobre nuestra forma de pensar y, por tanto, no puede alimentarse de nuestros pensamientos para renovarse.
En la mayoría de los casos, el cuerpo del dolor no se disuelve inmediatamente. Sin embargo, una vez roto su vínculo con nuestros pensamientos, comienza a perder energía. La emoción ya no nubla nuestro pensamiento; el pasado ya no distorsiona nuestras percepciones del presente. Entonces, la frecuencia en la cual vibra la energía atrapada anteriormente cambia y se transmuta en Presencia.
Es así como el cuerpo del dolor se convierte en combustible para la conciencia. Y ésta es la razón por la cual los hombres más sabios e iluminados de nuestro planeta tuvieron también alguna vez un cuerpo del dolor denso y pesado.

De todos los seres humanos emana un campo de energía correspondiente a su estado interior. Y la mayoría de las personas lo pueden percibir, aunque se perciba únicamente a nivel subliminal. Esto quiere decir que los demás no saben por qué la perciben. No obstante, esa energía determina en gran medida la forma como reaccionan frente a la persona.
Algunas personas, cuando conocen a otra, perciben claramente su energía, incluso antes de cruzar palabra con ella.

Cuando reconocemos que los cuerpos del dolor buscan inconscientemente más dolor, es decir, que desean que suceda algo malo, comprendemos que muchos accidentes de tránsito son causados por los conductores cuyos cuerpos del dolor están activos en ese momento.
Muchos actos de violencia son cometidos por personas "normales" que pierden la cabeza transitoriamente.
¿Significa esto que las personas no son responsables de sus actos cuando están bajo el control de su cuerpo del dolor?...
… ¿Cómo podrían serlo? ¿Cómo podemos ser responsables cuando estamos inconscientes, cuando no sabemos lo que hacemos?

Cuando ya no podemos soportar más el ciclo permanente de sufrimiento, comenzamos a despertar.
El sufrimiento ocupa un lugar necesario en el esquema general de las cosas; los seres humanos están destinados a evolucionar hasta convertirse en seres conscientes.
Quienes no lo hagan, sufrirán las consecuencias de su inconsciencia.

Un día vino a verme una mujer de unos treinta años. Cuando me saludó, pude sentir el sufrimiento a pesar de su sonrisa amable y superficial. A los pocos segundos de comenzar a contarme su historia, su sonrisa se convirtió en una mueca de dolor. Entonces rompió a llorar inconsolablemente. Me dijo que se sentía sola y fracasada. Estaba llena de ira y tristeza. Siendo niña había sufrido los abusos de un padre físicamente violento. Vi claramente que su sufrimiento no se debía a las circunstancias de su vida en ese momento sino a que cargaba el peso de un cuerpo del dolor muy denso. Su cuerpo del dolor se había convertido en el filtro a través del cual veía la situación de su vida. Todavía no estaba en capacidad de ver la conexión entre el dolor emocional y sus pensamientos, puesto que estaba completamente identificada con ambos. No podía reconocer que estaba alimentando su cuerpo del dolor con sus pensamientos. En otras palabras, vivía con la carga de un yo muy infeliz. Sin embargo, en algún nivel debió reconocer que la fuente del sufrimiento estaba en su interior, que ella misma era su carga. Estaba lista para despertar y por eso había acudido a mí.

Le pedí que llevara su atención a lo que sentía en el interior de su cuerpo y que sintiera la emoción directamente, no a través del filtro de sus pensamientos de infelicidad, de su historia de tristeza. Dijo que había venido con la esperanza de que yo le mostrara el camino para salir de su infelicidad, no para entrar en ella. Sin embargo, hizo lo que le pedí, aunque con algo de renuencia. Lloraba y temblaba. "Eso es lo que siente en este momento", le dije, "no hay nada que pueda hacer ahora porque eso es lo que siente en este momento. Entonces, en lugar de cambiar la forma como se siente en este momento, lo cual generará más sufrimiento, ¿cree posible aceptar por completo lo que siente ahora?"
Guardó silencio unos instantes. Súbitamente se mostró impaciente como si quisiera levantarse y dijo enojada, "no, no deseo aceptar esto". "¿Quién está hablando?", le pregunté, "¿usted o su infelicidad? ¿Se da cuenta de que su infelicidad por estar infeliz es otra capa más de infelicidad?" Calló nuevamente. "No le estoy pidiendo que haga algo. Lo único que le pido es que trate de descubrir si le es posible permitir que esos sentimientos residan ahí. En otras palabras, y esto puede parecerle extraño, ¿qué sucede con la infelicidad? ¿No desea averiguarlo?"

Me miró intrigada durante unos momentos, y al cabo de un minuto de silencio, noté un cambio importante en su campo de energía. Dijo, "es raro, todavía me siento infeliz, pero ahora hay un espacio alrededor, parece que me pesara menos". Fue la primera vez que alguien utilizó esa descripción: hay espacio alrededor de mi infelicidad. Ese espacio se produce cuando aceptamos interiormente lo que estamos experimentando en el presente.

No dije mucho más para dejarla vivir su experiencia. Más adelante comprendió que en el mismo momento en que dejó de identificarse con el sentimiento, con esa emoción dolorosa que vivía en su interior, tan pronto como centró su atención sin tratar de resistirse, ese sentimiento ya no podría controlarla ni controlar su pensamiento, ni mezclarse con una historia inventada por su mente y titulada "Mi pobre yo infeliz". Encontró otra dimensión en su vida, la cual trascendía ese pasado personal: la dimensión de la Presencia.
Puesto que es imposible ser infeliz sin una historia triste, hasta ahí llegó su infelicidad. También fue el comienzo del fin de su cuerpo del dolor. La infelicidad no es más que la combinación de la emoción con una historia triste.
Cuando terminó nuestra sesión, fue muy satisfactorio para mí ver que venía de ser testigo del surgimiento de la Presencia en otro ser humano. La razón misma de nuestra existencia en forma humana es traer a este mundo esa dimensión de la conciencia.
También había visto cómo se había disminuido el cuerpo del dolor, no como consecuencia de una lucha, sino al proyectar sobre él la luz de la conciencia.

A los pocos minutos de irse mi visitante, se presentó una amiga a dejarme algo. Tan pronto como entró en la habitación dijo, "¿qué pasó aquí?" Se siente una energía pesada y lóbrega. Casi podría decir que me siento mal. Debes abrir las ventanas y quemar incienso". Le expliqué que venía de presenciar una gran liberación en una persona con un cuerpo del dolor muy denso y que lo que estaba sintiendo seguramente era parte de la energía liberada durante esa sesión. Sin embargo, mi amiga no quiso quedarse para escuchar toda la historia. No veía la hora de salir.
Abrí las ventanas y salí a cenar en un restaurante indio cercano. Lo que sucedió allí fue otra confirmación más de lo que ya sabía: que en un plano, todos los cuerpos del dolor, aparentemente individuales, están conectados. Sin embargo, la forma como obtuve la confirmación fue bastante estremecedora.
Me senté en el restaurante y pedí la comida: Había otros pocos comensales. En una mesa cercana estaba terminando de comer un señor de edad madura, sentado en una silla de ruedas. Me dirigió una mirada breve pero intensa. Al cabo de unos pocos minutos, se mostró alterado, agitado y comenzó a sacudirse. Cuando el mesero se acercó a retirarle el plato, el señor comenzó a discutir con él. "La comida estuvo pésima".
"¿Entonces por qué la comió?" preguntó el mesero. Esas palabras bastaron para que se deshiciera en improperios. Comenzó a gritar y de su boca salían toda clase de insultos. El comedor se llenó de un odio intenso y violento. Podíamos sentir cómo esa energía penetraba en el cuerpo en busca de algo a lo cual aferrarse. El hombre pasó a gritarles a los demás comensales, pero por alguna razón me ignoró por completo mientras yo permanecía en intensa Presencia. Sospeché que el cuerpo del dolor universal había regresado para decirme, "pensaste que me habías derrotado, pero mírame, aquí estoy". También contemplé la posibilidad de que el campo de energía que se había liberado durante la sesión me había seguido al restaurante y se había pegado a la única persona en quien encontró una frecuencia vibratoria compatible, es decir, un cuerpo del dolor pesado.
El administrador abrió la puerta, "sólo váyase, váyase". El hombre salió a toda velocidad en su silla, dejando a todo el mundo aturdido. Un minuto después regresó. Su cuerpo del dolor no había terminado todavía. Necesitaba más. Empujó la puerta con la silla de ruedas, gritando vulgaridades. Una mesera trató de impedirle entrar y él se impulsó hacia adelante clavando a la muchacha contra la pared. Algunos de los comensales se levantaron para tratar de retirarlo. Hubo gritos, chillidos y se armó el desorden.
Un poco más tarde se presentó un agente de policía, el hombre se tranquilizó y se le pidió que se fuera y no regresara. Por fortuna, la mesera no estaba lastimada, salvo por unos cuantos moretones en las piernas. Cuando retornó la calma, el administrador se me acercó y me preguntó,"¿Usted provocó todo esto?", un poco en broma pero quizás sintiendo que había una conexión.

En los niños, el cuerpo del dolor a veces se manifiesta a través del mal humor o el retraimiento. El niño se torna hosco, se niega a relacionarse y puede sentarse en un rincón a chuparse el dedo o abrazado a un muñeco. También se puede manifestar a través de accesos de llanto o de pataletas. El niño grita, se tira al piso o incurre en comportamientos destructivos. El hecho de no conseguir lo que desea puede desencadenar al cuerpo del dolor, y en un cuerpo del dolor apenas en desarrollo, la fuerza del deseo puede ser intensa.
Los padres podrán sentirse perplejos sin saber qué hacer y sin poder creer que su pequeño ángel se ha convertido en un monstruo en tan sólo unos segundos. "¿De dónde sale tanta desesperación?" se preguntan. Es, en mayor o menor medida, la participación del niño en el cuerpo colectivo de la humanidad, el cual se remonta al origen mismo del ego humano.

Pero el niño quizás recibió sufrimiento de los cuerpos del dolor de sus padres, de tal manera que estos podrán ver en su hijo el reflejo de lo que hay en ellos. El cuerpo del dolor de los padres puede afectar profundamente a los niños altamente sensibles. El hecho de tener que presenciar la demencia del drama de sus padres les provoca un dolor emocional insoportable, de tal manera que son estos niños quienes llegan a tener cuerpos del dolor muy densos en la edad adulta. Los padres que tratan de ocultar sus cuerpos del dolor no engañan a sus hijos. "No debemos pelear delante de los niños", dicen, pero eso sólo significa que mientras conversan educadamente, el hogar está cargado de energía negativa. Suprimir el cuerpo del dolor es extremadamente tóxico, mucho más que dejarlo manifestar abiertamente, y los niños absorben esa toxicidad psíquica, la cual contribuye a acrecentar sus propios cuerpos del dolor.

Algunos niños aprenden acerca del ego y del cuerpo del dolor por la vía subliminal, por el solo hecho de vivir con padres altamente inconscientes. Una mujer cuyos dos progenitores tenían un ego y un cuerpo del dolor muy fuertes me dijo que cuando sus padres se gritaban y se ofendían, a pesar de amarlos, ella se decía, "estas dos personas están locas. ¿Cómo terminé yo aquí?" Ya tenía la conciencia de la demencia de esa clase de vida. Esa conciencia le ayudó a amortiguar la cantidad de dolor absorbida de sus padres.

Los padres suelen preguntarse cómo manejar el cuerpo del dolor de sus hijos. La primera pregunta es si están manejando el propio. ¿Lo reconocen dentro de sí mismos? ¿Pueden mantenerse lo suficientemente presentes cuando se activa para poder tomar conciencia de la emoción a nivel de las sensaciones antes de que pueda convertirse en pensamiento y, por tanto, en una "persona infeliz"?

Mientras un niño sufre un ataque del cuerpo del dolor no es mucho lo que podamos hacer salvo estar presentes a fin de no dejarnos arrastrar hacia una reacción emocional y evitar así que el cuerpo del dolor del niño se alimente de ella. Los cuerpos del dolor pueden ser enormemente histriónicos y no hay que dejarse engañar por ellos. No hay que tomarlos muy en serio. Si el cuerpo del dolor se activó por que no se le dio gusto al niño, es preciso no ceder ante sus exigencias. De lo contrario, el niño aprenderá que "mientras más desgraciado soy, mayor es la probabilidad de obtener lo que deseo". Esta es la fórmula para la disfunción posteriormente en la vida. El cuerpo del dolor se frustrará al ver que los padres no reaccionan y seguramente exagerará su ataque un poco más, antes de tranquilizarse. Por suerte, los episodios del cuerpo del dolor suelen ser más breves en la infancia que en la edad adulta.

Conviene hablar con el niño sobre lo sucedido cuando se serene, o al día siguiente. Pero no se trata de hablarle al niño sobre el cuerpo del dolor. Lo mejor es hacerle preguntas como, "¿qué te pasó ayer cuando no podías dejar de gritar? ¿Recuerdas? ¿Cómo te sentiste? ¿Te gustó esa sensación? ¿Tiene nombre eso que te sucedió? ¿No? ¿Si pudieras darle un nombre, cómo lo llamarías? ¿Querrías hacer un dibujo para explicar cómo fue? ¿Se durmió? ¿Crees que pueda volver?"

Estas son apenas algunas sugerencias. El propósito de este tipo de preguntas es despertar en el niño su facultad para observar, es decir, su Presencia. De esta manera, el niño aprenderá a no identificarse con el cuerpo del dolor.
También conviene que el padre hable con el niño acerca de su propio cuerpo del dolor, en unas palabras que el niño pueda comprender. La próxima vez que el cuerpo del dolor asuma el control del niño, se le puede decir, "ha regresado, ¿verdad?". Se deben utilizar las mismas palabras que el niño utilizó cuando habló al respecto y dirigir su atención hacia sus sensaciones. La actitud del adulto debe ser de interés o curiosidad, en lugar de crítica o condena.
No es muy probable que con eso se pueda frenar al cuerpo del dolor y hasta podrá parecer que el niño ni siquiera escucha. Sin embargo, en el fondo quedará algo de conciencia, incluso durante los momentos en que esté activo el cuerpo del dolor. Con el tiempo, la conciencia se irá fortaleciendo mientras el cuerpo del dolor se debilita. El niño estará desarrollando más Presencia. Un día quizá suceda que sea el niño quien nos señale que nuestro cuerpo del dolor ha asumido el control sobre nosotros.

No toda la infelicidad es del cuerpo del dolor. Una parte es nueva infelicidad, creada cada vez que no estamos en armonía con el momento presente, cuando negamos el ahora de una forma u otra. Cuando reconocemos que el momento presente es lo que ya está sucediendo y, por ende, es inevitable, podemos aportarle una actitud positiva de aceptación imparcial y no solamente no crear más infelicidad sino apropiarnos del poder de la Vida misma al eliminar toda resistencia.

La infelicidad del cuerpo del dolor siempre es completamente desproporcionada en relación con su causa aparente. En otras palabras, es una reacción exagerada. Es así como se la reconoce, aunque generalmente no es la persona poseída quien la reconoce. Una persona con un cuerpo del dolor pesado encuentra fácilmente las razones para sentirse alterada, molesta, afligida, triste o temerosa. Las cosas relativamente insignificantes que en otra persona provocarían solamente un encogimiento de hombros y una sonrisa indiferente, se convierten en la causa aparente de un sufrimiento intenso. Y claro está que no son la causa verdadera, sino el factor desencadenante, el cual revive las viejas emociones acumuladas. La emoción se aposenta luego en la cabeza, donde amplifica e imprime energía a las estructuras egotistas de la mente.

El cuerpo del dolor y el ego son parientes cercanos. Se necesitan mutuamente. El suceso o la situación desencadenante se interpreta y se pone en escena a través de la pantalla de un ego altamente emocional. Esto quiere decir que su significado se distorsiona completamente. Vemos el presente a través de los ojos del pasado emocional que llevamos dentro. En otras palabras, lo que vemos o experimentamos no está en el suceso ni en la situación, sino en nosotros. O, en algunos casos, aunque sea parte del suceso o de la situación terminamos amplificándolo con nuestra reacción. Esta reacción, esta amplificación, es el alimento que el cuerpo del dolor desea y necesita.

La persona poseedora de un cuerpo del dolor pesado encuentra a veces imposible distanciarse de su interpretación distorsionada, de su "historia" cargada de emoción. Mientras más emoción negativa haya en una historia, más pesada e impenetrable es ésta. Así, la historia no se reconoce como tal sino que se la confunde con la realidad. Cuando estamos completamente atrapados en el devenir del pensamiento y las emociones que lo acompañan, es imposible desprendernos porque ni siquiera sabemos que podemos hacerlo. Estamos atrapados en nuestra propia película o ilusión. Y hasta donde sabemos, nuestra reacción es la única reacción posible.

La emanación de energía de una persona con un cuerpo del dolor activo es muy particular y les resulta muy desagradable a los demás. Cuando se cruzan con esa persona, hay quienes sienten la necesidad de apartarse inmediatamente o de reducir al mínimo su interacción con ella. Se sienten repelidas por su campo de energía.
Otras personas sienten una ola de agresión dirigida contra ellas y reaccionan con grosería atacándola verbalmente o hasta físicamente también. Eso significa que hay algo en su interior que resuena con el cuerpo del dolor del otro. Aquello contra lo cual reaccionaron con tanta fuerza vive en su interior también. Es su propio cuerpo del dolor.

No sorprende entonces que las personas cuyos cuerpos del dolor son pesados y activos vivan con frecuencia en situaciones de conflicto. Algunas veces, como es natural, ellas mismas las provocan. Pero otras veces quizás ni siquiera hagan nada. La negatividad que emanan es suficiente para atraer la hostilidad y generar el conflicto. Se necesita un alto grado de Presencia para evitar reaccionar cuando se está frente a una persona con un cuerpo del dolor tan activo.
Cuando logramos estar presentes, a veces sucede que nuestra Presencia lleva a la otra persona a dejar de identificarse con su cuerpo del dolor y a experimentar el milagro de un despertar súbito. Aunque ese despertar sea de corta duración, será la iniciación de todo el proceso.

Uno de esos primeros despertares que pude observar ocurrió hace muchos años, eran casi las once de la noche cuando sonó el timbre de mi casa. Por el intercomunicador oí la voz angustiada de mi vecina Ethel. "Necesito hablar contigo, es muy importante, por favor déjame entrar".
Ethel era una mujer madura, inteligente y muy culta. También tenía un ego fuerte y un cuerpo del dolor pesado. Había escapado de la Alemania nazi siendo adolescente y muchos de los miembros de su familia habían muerto en los campos de concentración.
Ethel se sentó en mi sofá y, con manos temblorosas, sacó de una carpeta unas cartas y documentos que esparció por el sofá y por el piso. Tuve inmediatamente una extraña sensación, como si algún interruptor hubiera subido al máximo la intensidad de la luz dentro de mi cuerpo. No tuve más alternativa que permanecer abierto, alerta, intensamente presente, presente con cada célula de mi cuerpo. La miré sin pensar ni juzgar y la escuché atentamente, sin hacer comentarios mentales. De su boca brotaron las palabras a borbotones. "Hoy recibí otra carta perturbadora. Están fraguando una venganza en mi contra, debes ayudarme, debemos luchar juntos contra ellos. Esos abogados corruptos no se detendrán ante nada, perderé mi casa, me amenazan con expropiarme".
Logré entender que se negaba a pagar la cuenta de los servicios porque los administradores del inmueble no habían realizado unas reparaciones. Ellos, por su parte, amenazaban con demandar.
Habló durante cerca de diez minutos. Yo me limité a oírla en silencio. Súbitamente dejó de hablar, miró los papeles esparcidos por todas partes como si acabara de despertar de un sueño. Se calmó y dulcificó. Todo su campo de energía cambió. Después me miró y dijo, "esto realmente no tiene importancia alguna, ¿verdad?”. "No, no la tiene", respondí.
Permaneció en silencio un par de minutos y después recogió sus papeles y se fue.
A la mañana siguiente me detuvo en la calle y me dirigió una mirada de suspicacia. "¿Qué me hiciste? Anoche, por primera vez en muchos años, pude dormir bien. En realidad dormí como un bebé".
Pensaba que yo le "había hecho algo", pero no era así. En lugar de hacerme esa pregunta, quizás ha debido preguntar sobre lo que yo no había hecho. No había reaccionado, no había confirmado la realidad de su historia, no había alimentado su mente con más pensamientos ni su cuerpo del dolor con más emoción.
Le había permitido experimentar su experiencia de ese momento, y para permitir tal cosa es preciso no interferir y no hacer. Estar presente siempre es una vía mucho más poderosa que hacer o decir, si bien algunas veces el hecho de estar presente puede dar lugar a palabras o actuaciones.
Aunque no se produjo en ella una transformación permanente, pudo vislumbrar lo posible, aquello que ya vivía en ella. En el Zen, ese destello se denomina satori. Satori es un momento de Presencia, es un instante en el cual dejamos de lado la voz mental, los procesos de pensamiento y su manifestación física en forma de emoción. Es el afloramiento de un espacio interior donde antes residían el tumulto y la perturbación causados por los pensamientos y las emociones.
Como la mente pensante es incapaz de comprender la Presencia, suele interpretarla erróneamente. Nos acusará de indiferentes, distantes, crueles y de no establecer relaciones. La verdad es que sí nos relacionamos, pero a un nivel más profundo que el del pensamiento y la emoción. En realidad es que a ese nivel hay una verdadera comunión, una unión que va mucho más allá de la relación. En la quietud de la Presencia podemos sentir la esencia informe de nuestro ser y de los demás también. Reconocer la unicidad en nosotros mismos y en el otro es el verdadero amor, el verdadero interés y la verdadera compasión.

Algunos cuerpos del dolor reaccionan solamente ante una determinada situación o ante un cierto factor desencadenante, el cual, por lo general, resuena con un determinado tipo de dolor emocional experimentado en el pasado.
Por ejemplo; si un niño crece con padres para quienes el dinero es motivo de dramas y conflictos frecuentes, podría absorber el temor de sus padres con respecto al dinero y desarrollar un cuerpo del dolor que se activa cuando hay de por medio problemas económicos. Estas son personas que se molestan o se enojan por cantidades insignificantes de dinero. Detrás de su rabia o su molestia hay problemas de supervivencia y de temor intenso.

Un niño abandonado o descuidado por sus padres en la infancia seguramente desarrollará un cuerpo del dolor que tenderá a activarse en todas las situaciones que resuenen con su sufrimiento primordial de abandono. El amigo que llega tarde a recogerlo en el aeropuerto o el cónyuge que llega tarde a la casa puede desencadenar un gran ataque del cuerpo del dolor.
Si su compañero o cónyuge los abandona o se muere, el dolor emocional que sienten es mucho más intenso que el que sería natural en una situación como ésa. Podría manifestarse en forma de angustia intensa, depresión debilitante o ira obsesiva.

La niña víctima del abuso de su padre podrá descubrir que su cuerpo del dolor se activa fácilmente en cualquier relación cercana con un hombre. O la emoción constitutiva de su cuerpo del dolor puede empujarla hacia un hombre cuyo cuerpo del dolor es semejante al de su padre. Su cuerpo del dolor puede sentir una atracción magnética hacia alguien que pueda alimentarlo con el mismo dolor. A veces, ese dolor puede interpretarse equivocadamente como enamoramiento.

Un hombre que vino al mundo sin ser deseado y no recibió amor sino apenas un mínimo de cariño y atención de su madre, desarrolló un cuerpo del dolor pesado y ambivalente constituido por un intenso anhelo insatisfecho por el amor y la atención de su madre, y al mismo tiempo un odio profundo hacia ella por negarle lo que necesitaba desesperadamente.
Al llegar a la edad adulta, casi todos los hombres desencadenaban la carencia de su cuerpo del dolor (una forma de dolor emocional) la cual se manifestaba como una compulsión adictiva por "conquistar y seducir" prácticamente a todas las mujeres a quienes conocía a fin de obtener el amor y la atención femenina de los cuales estaba sediento su cuerpo del dolor.
Llegó a ser muy experto en seducción, pero tan pronto como la relación llegaba a la intimidad o alguna mujer lo rechazaba, la ira contra su madre se apoderaba de él y acababa con la relación.

Cuando aprendemos a reconocer el afloramiento de nuestro cuerpo del dolor, aprendemos rápidamente cuáles son los factores que lo activan, trátese de situaciones o de ciertas cosas que los demás dicen o hacen. Tan pronto como se presentan esos factores, los reconocemos inmediatamente por lo que son y entramos en un estado de alerta. Al cabo de uno o dos segundos también notamos la reacción emocional que cobra forma en el cuerpo del dolor, pero en el estado de Presencia alerta no nos identificamos con él, lo cual significa que el cuerpo del dolor no puede apoderarse de nosotros y convertirse en la voz de la mente.
Si nos encontramos en ese momento con nuestra pareja, podemos decirle: "lo que acabas de decir (o de hacer) activó mi cuerpo del dolor". Así, podemos establecer un acuerdo según el cual cada vez que alguno de los dos diga o haga algo que active el cuerpo del dolor del otro, lo mencionamos inmediatamente. De esta manera, el cuerpo del dolor no puede renovarse a través del drama en la relación y, en lugar de sepultarnos en la inconciencia, nos ayudará a estar completamente presentes.

Cada vez que estamos presentes cuando el cuerpo del dolor se manifiesta, parte de la energía emocional negativa se quema, por así decirlo, y se transmuta en Presencia. El resto del cuerpo del dolor se retirará rápidamente a la espera de una oportunidad más propicia para aflorar nuevamente. Es decir, cuando estemos menos conscientes. El cuerpo del dolor tendrá una mejor oportunidad cuando perdamos Presencia, quizás después de beber unos tragos o mientras vemos una película violenta.
La emoción negativa más insignificante como estar irritados o ansiosos también puede servir de puerta para el regreso del cuerpo del dolor. El cuerpo del dolor necesita de la inconciencia. No tolera la luz de la Presencia.


EL CUERPO DEL DOLOR COMO MEDIO PARA DESPERTAR

A primera vista, parecería que el cuerpo del dolor es el mayor obstáculo para el despertar de la nueva conciencia de la humanidad. Ocupa nuestra mente, controla y distorsiona nuestro pensamiento, perturba nuestras relaciones y se siente como una especie de nube negra que invade todo nuestro campo de energía.
Tiende a llevarnos a la inconciencia, hablando en términos espirituales, a la identificación total con la mente y la emoción. Nos pone a la defensiva, nos lleva a decir y hacer cosas destinadas a acrecentar la infelicidad interior y la del mundo. Sin embargo, a medida que crece la infelicidad, más se altera la vida. Podrá llegar el momento en que el cuerpo no soporte más la tensión y desarrolle una enfermedad o alguna disfunción. Podríamos sufrir un accidente o caer en una situación de intenso conflicto o drama como consecuencia del deseo del cuerpo del dolor de que suceda algo malo. Podríamos incluso llegar a cometer actos de violencia física. O podríamos llegar hasta el punto de no soportar un día más nuestro ser infeliz. Y claro está que el cuerpo del dolor es parte de ese falso ser.
Cada vez que el cuerpo del dolor se apodera de nosotros, cada vez que no lo reconocemos por lo que es, pasa a ser parte del ego. Todo aquello con lo cual nos identificamos se convierte en ego.
El cuerpo del dolor es una de las cosas más poderosas con las cuales se identifica el ego, y necesita de él para renovarse. Sin embargo, esa alianza malévola con el tiempo se deshace cuando el cuerpo del dolor es tan pesado que en lugar de fortalecer las estructuras egotistas de la mente, las debilita a través del ataque constante de su carga energética, de la misma manera que la corriente activa un aparato electrónico pero puede fundirlo si el voltaje es demasiado alto.

La gente cuyo cuerpo del dolor es muy fuerte, llega a veces a un punto en el que la vida se torna intolerable, donde ya no puede soportar más dolor ni más drama. Una persona lo expresó diciendo sencillamente que estaba "hastiada de ser infeliz".
Algunas personas pueden sentir, como me sucedió a mí, que ya no pueden vivir consigo mismas. Por tanto, la paz interior pasa a ser la primera prioridad. La fuerza intensa del dolor emocional las lleva a dejar de identificarse con el contenido de su mente y las estructuras mentales y emocionales que han dado origen a su "ser infeliz" y que lo perpetúan. Entonces reconocen no ser ni su historia de infelicidad ni la emoción que están sintiendo. En lugar de empujarlas hacia la inconsciencia, el cuerpo del dolor se convierte en el vehículo para despertar, en el factor decisivo que las obliga a asumir el estado de Presencia.

Sin embargo, debido al influjo sin precedentes de conciencia que estamos experimentando actualmente en el planeta, muchas personas ya no necesitan caer en el abismo profundo del sufrimiento agudo para dejar de identificarse con su cuerpo del dolor. Cada vez que notan que han caído en un estado disfuncional, pueden optar por salir de esa identificación con el pensamiento y la emoción y entrar en estado de Presencia.
Renuncian a resistirse, entran en un estado de alerta, quietud y unión con aquello que es, tanto interna como externamente.

El paso siguiente de la evolución humana no es inevitable pero, por primera vez en la historia de nuestro planeta, podrá ser producto de una decisión consciente. ¿Quién toma la decisión? Usted. ¿Y quién es usted? La conciencia que ha tomado conciencia de sí misma.


LA LIBERACIÓN DEL CUERPO DEL DOLOR

Una pregunta frecuente es: "¿cuánto tiempo se necesita para liberarse del cuerpo del dolor?"
Eso depende de la densidad del cuerpo del dolor y del grado o intensidad del estado de Presencia de la persona. Pero la causa del sufrimiento que nos infligimos e infligimos a los demás no es el cuerpo del dolor sino la identificación con él. No es el cuerpo del dolor sino la identificación con él la que nos empuja a revivir el pasado una y otra vez y la que nos mantiene en un estado de inconsciencia.
Por consiguiente, sería más importante preguntar lo siguiente: "¿Cuánto tiempo se necesita para dejar de identificarse con el cuerpo del dolor?"
Y la respuesta a esta pregunta es que no se necesita tiempo. Cuando se activa el cuerpo del dolor debemos reconocer que lo que sentimos es el cuerpo del dolor interno.
Ese reconocimiento es todo lo que se necesita para romper la identificación con el cuerpo del dolor. Y cuando la identificación cesa, comienza la transmutación.
El hecho de saber impide que la vieja emoción se suba a la cabeza y se apodere no solamente del diálogo interno sino también de nuestros actos y de nuestras interacciones con los demás.
Esto significa que el cuerpo del dolor queda imposibilitado para renovarse a través de nosotros. Entonces la emoción permanece en nosotros durante un tiempo y emerge periódicamente.
Ocasionalmente puede también engañarnos para que nos identifiquemos con ella y no podamos ver la identificación, pero no por mucho tiempo. El hecho de no proyectar las viejas emociones sobre las situaciones implica tener que enfrentarlas directamente en nuestro interior. Si bien puede no ser agradable, no nos matará. Nuestra Presencia es más que capaz de repelerla. La emoción no es nuestra esencia.

Cuando sienta su cuerpo del dolor, no caiga en el error de pensar que hay algo malo en usted. Al ego le encanta cuando nos convertimos en problema. El reconocimiento debe ir acompañado de aceptación. Cualquier otra cosa lo debilitará. Aceptar implica permitirnos sentir lo que sea que estemos sintiendo en el momento. Es parte de la existencia del Ahora. No podemos discutir con aquello que es. Bueno, sí se puede, pero a costa del sufrimiento. Aceptando nos convertimos en lo que somos: vastos y espaciosos. Nos convertimos en el todo que somos, dejamos de ser un fragmento como lo cree el ego y damos paso a nuestra verdadera naturaleza. Y entonces somos uno con la naturaleza de Dios.




Eckhart Tolle ("Una Nueva Tierra")

04 octubre 2018

EL CUERPO DEL DOLOR


"Cuando ya no podemos soportar más el ciclo permanente de sufrimiento, comenzamos a despertar.
El sufrimiento ocupa un lugar necesario en el esquema general de las cosas; los seres humanos están destinados a evolucionar hasta convertirse en seres conscientes.
Quienes no lo hagan, sufrirán las consecuencias de su inconsciencia."
~ Eckhart Tolle

La voz de la mente tiene vida propia. La mayoría de las personas están a merced de esa voz, es decir, están poseídas por el pensamiento, por la mente. Y puesto que la mente está condicionada por el pasado, empuja a la persona a revivir el pasado una y otra vez. En Oriente utilizan la palabra “karma” para describir este fenómeno.

A través de las experiencias, cada persona va teniendo una serie de impresiones que van dejando huellas en su mente subconsciente. Es decir, van quedando grabadas en su mente y más adelante van a condicionar a la persona en su actuar.
Estas huellas se llaman Samskaras. Y son unos condicionamientos mentales que van a arrastrar a la persona inconsciente a repetir el mismo patrón mental una y otra vez sin tener la oportunidad de elegir, sin libre albedrío.
Es algo que ya está ahí, una inercia que viene del pasado como una ola y que se va repitiendo y repitiendo porque la persona no tiene el control, sino que se ve impulsada a reaccionar (actuar impulsivamente) sin pararse a elegir cómo quiere actuar.
La persona que está “atrapada” en sus propios Samskaras, reacciona ante las situaciones en función de un patrón mental que ya existe, viene del pasado, y no es dueña de sí misma. Esto es lo que se llama “estar poseído por la mente”.

Durante miles de años la humanidad se ha dejado poseer cada vez más de la mente, sin poder reconocer que esta entidad poseedora no es nuestro Ser. Fue a través de la identificación completa con la mente que surgió un falso sentido de “yo”: el ego.
La densidad del ego depende de nuestro grado (el de nuestra consciencia) de identificación con la mente y el pensamiento. El pensamiento es apenas un aspecto minúsculo de la totalidad de la consciencia, la totalidad de lo que somos.
El grado de identificación con la mente varía de persona a persona.

Además del pensamiento está la emoción. No todo pensamiento ni toda emoción le pertenecen al ego, se convierten en ego solamente cuando nos identificamos con ellos al punto de permitir que se conviertan en el "yo".
El cuerpo físico reacciona a lo que dice la mente, a nuestros pensamientos, generando así las emociones. Por tanto, una emoción es la respuesta del cuerpo a un pensamiento.
El cuerpo no tiene la capacidad de distinguir entre una situación real y un pensamiento. Reacciona a todos los pensamientos como si fueran la realidad.

El ego es la mente no observada; es decir, la voz mental que finge ser nosotros. Y también son las emociones no observadas que representan la reacción del cuerpo a lo que dice la voz de la mente.
Como la clase de pensamientos del ego son negativos, la mayoría de las veces, las emociones también serán negativas.
La voz de la mente relata una historia a la cual el cuerpo reacciona. Estas reacciones son las emociones, las cuales alimentan nuevamente el pensamiento que las creó en primer lugar. Éste es el círculo vicioso entre los pensamientos no observados y las emociones, el cual da lugar a la fabricación de historias emocionales.

El componente emocional del ego es diferente en cada persona. En algunos, el ego es más grande que en otros.
Los pensamientos que desencadenan reacciones emocionales del cuerpo pueden surgir a veces con tanta rapidez que, antes de que la mente tenga tiempo de expresarlos, el cuerpo ya ha reaccionado con una emoción. Esos pensamientos son inconscientes.
Se originan en el condicionamiento pasado de la persona, generalmente en la primera infancia.
Otros pensamientos son: "No se puede confiar en nadie”, "nadie me respeta ni me aprecia”, “Debo luchar para sobrevivir”, “Nunca hay suficiente dinero”, “La vida es una permanente desilusión”, “No merezco la abundancia”, “No merezco amor".
Estos pensamientos inconscientes crean emociones físicas, las cuales, a su vez, generan actividad mental o reacciones instantáneas. Es así como creamos nuestra realidad personal.

La voz del ego perturba constantemente el estado natural de bienestar del cuerpo. Casi todos los cuerpos humanos viven sometidos a una gran cantidad de esfuerzo y tensión no porque se vean amenazados por algún factor interno, sino a causa de la mente. El cuerpo lleva pegado un ego y no puede hacer otra cosa que reaccionar a todos los patrones disfuncionales de pensamiento del ego. Así, un torrente de emociones negativas acompaña al torrente de pensamientos compulsivos incesantes.

¿Qué es una emoción negativa? Es una emoción tóxica para el cuerpo que interfiere en su equilibrio y su funcionamiento armonioso. Las emociones como el miedo, la ansiedad, la ira, el rencor, la tristeza, el odio, los celos y la envidia perturban el flujo de energía del cuerpo y afectan al corazón, al sistema inmunológico, la digestión, la producción de hormonas, etc.
La emoción dañina para el cuerpo también se contagia a las personas que entran en contacto con nosotros. E indirectamente, a un sinnúmero de personas a quienes ni siquiera conocemos, a través de una reacción en cadena.

Las emociones positivas tienen el efecto contrario sobre el cuerpo físico: fortalecen el sistema inmune, revitalizan y sanan el cuerpo. Pero debemos diferenciar las emociones positivas generadas por el ego de las emociones positivas emanadas del estado profundo de conexión con el Ser.
Las emociones positivas generadas por el ego traen consigo un opuesto en el cual se pueden convertir. He aquí algunos ejemplos:
- Lo que el ego llama amor es deseo de poseer y un apego que puede convertirse en odio en un segundo.
- El exceso de importancia que el ego le da al futuro se convierte fácilmente en desilusión y frustración cuando el evento no satisface las expectativas del ego.
- Los elogios y el reconocimiento nos hacen sentir alegres y optimistas un día, pero la crítica y la indiferencia nos dejan tristes e infelices al otro.
- El placer de una fiesta se convierte en fatiga y resaca al día siguiente. No hay bien sin mal, alegría sin tristeza.

Las emociones generadas por el ego son producto de la identificación de la mente con los factores externos, los cuales son inestables y están sujetos a cambiar en cualquier momento.
Los estados del Ser no tienen opuesto; como aspectos de nuestra verdadera naturaleza, emanan desde nuestro interior en forma de amor, felicidad y paz.

El pasado vive en nosotros en forma de recuerdos, pero los recuerdos por sí mismos no representan un problema. Gracias a la memoria, podemos tomar consciencia de nuestros errores y aprender del pasado.
Los recuerdos, (los pensamientos del pasado), son problemáticos y se convierten en una carga únicamente cuando nos identificamos con ellos, cuando los hacemos personales y buscamos un sentido de identidad. Así es cuando se apoderan por completo de nosotros y entran a formar parte de lo que somos.
Nuestra personalidad, condicionada por el pasado, se convierte entonces en una cárcel.
Los recuerdos están dotados de un sentido de “yo”, y nuestra historia se convierte en el “yo” que creemos ser. Ese "pequeño yo" es una ilusión que no nos permite ver nuestra verdadera naturaleza como Presencia sin forma y atemporal.

La mayoría de las personas viven con la carga del pasado. Es decir, su atención se dirige constantemente a recordar las experiencias del pasado. Y la mayor parte de la atención se dirige a las experiencias negativas y de dolor. Estas personas llevan una carga en sus espaldas.
Nuestra historia no sólo está compuesta de recuerdos mentales sino también emocionales: emociones viejas que se reviven constantemente. La mayoría de las personas cargan durante toda su vida una gran cantidad de equipaje innecesario, tanto mental como emocional. Se imponen limitaciones a través de sus agravios, sus lamentos, su hostilidad y su sentimiento de culpa. El pensamiento emocional pasa a ser la esencia de lo que son, de manera que se aferran a la vieja emoción porque fortalece su identidad.
Debido a esta tendencia a perpetuar las viejas emociones, la gran mayoría de todos los seres humanos llevan en su campo de energía un cúmulo de dolor emocional; el cual he denominado "el cuerpo del dolor".

Tenemos el poder para no agrandar más nuestro dolor emocional. Podemos aprender a romper la costumbre de acumular y perpetuar las emociones viejas soltándolas y absteniéndonos de vivir en el pasado.
Podemos aprender a no mantener vivos en la mente los sucesos o las situaciones pasadas y traer nuestra atención constantemente al momento presente en lugar de fabricar películas mentales. Así, dejamos de identificarnos con el pasado y pasamos a ser lo que ya somos; presencia. De esta manera, se rompe la identificación con el pasado y los recuerdos dejan de afectarnos.
No hay nada que haya sucedido en el pasado que nos impida estar en el presente. El pasado no puede impedirnos estar en el presente.

Ninguna emoción negativa que no enfrentemos y reconozcamos por lo que es, puede realmente disolverse por completo. Deja tras de sí un rastro de dolor.
Para los niños, las emociones negativas fuertes son demasiado abrumadoras, por lo que tienden a tratar de no sentirlas. Es necesario un adulto completamente consciente que los guíe con amor y compasión para que puedan enfrentar la emoción directamente. Si no, la única alternativa que le queda al niño es no sentir la emoción (reprimirla).
Ese mecanismo de defensa de la infancia suele permanecer hasta la edad adulta. La emoción sigue viva y al no ser reconocida, se manifiesta indirectamente en forma de ansiedad, ira, reacciones violentas, tristeza y hasta en forma de enfermedad física.
En algunos casos, interfiere con todas las relaciones íntimas y las sabotea.

Todos los vestigios de dolor que dejan las emociones negativas fuertes y que no se enfrentan y aceptan para poder liberarlas, terminan uniéndose para formar un campo de energía residente en las células mismas del cuerpo.
Está constituido no solamente por el sufrimiento de la infancia, sino también por las emociones dolorosas que se añaden durante la adolescencia y durante la vida adulta; la mayoría de ellas creadas por el ego. El dolor emocional es nuestro compañero inevitable cuando la base de nuestra vida es un falso sentido de “yo”, un falso sentido de identidad (ego).
Este campo de energía hecho de emociones viejas pero que continúan muy vivas en la mayoría de las personas, es el cuerpo del dolor.

El cuerpo del dolor no es solamente individual,  también es colectivo: participa del sufrimiento experimentado por millones de seres humanos a lo largo de una historia de guerras, esclavitud, rapacería, violaciones, torturas y otras formas de violencia.
Este sufrimiento permanece vivo en la mente colectiva de la humanidad y se acrecienta día tras día como podemos comprobarlo en los noticiarios u observando el drama de las relaciones humanas.
En el cuerpo colectivo del dolor seguramente está codificado el ADN de todos los seres humanos. El ADN es la información genética.

Todos los seres que llegan al mundo traen consigo un cuerpo de dolor emocional. En algunos es más pesado y denso que en otros.
Las personas cuyo cuerpo del dolor es más pesado, generalmente tienen mayores oportunidades de despertar espiritualmente que quienes tienen un cuerpo relativamente liviano. Mientras algunas permanecen atrapadas en sus cuerpos densos, muchas otras llegan a un punto en que ya no toleran su dolor e infelicidad, de manera que se acentúa su motivación para liberarse de él; para despertar.

El cuerpo del dolor es una forma semi-autónoma de energía, hecha de emociones, que está en el interior de la mayoría de los seres humanos. Tiene su propia inteligencia, muy parecida a la de un animal astuto, y su principal objetivo es la supervivencia. Al igual que todas las formas de vida, necesita alimentarse periódicamente (absorber nueva energía) y su alimento es la energía compatible con la suya propia; es decir, la energía que vibra en una frecuencia semejante. Toda energía emocionalmente dolorosa puede convertirse en alimento para el cuerpo del dolor. Es por eso que tanto le agradan al cuerpo del dolor los pensamientos negativos y el drama de las relaciones humanas.
El cuerpo del dolor es una adicción a la infelicidad.

Hay algo en tu interior que busca periódicamente la negatividad emocional y la infelicidad. Es preciso estar más conscientes para verlo en nosotros mismos que en los demás. Una vez que la infelicidad se apodera de nosotros, tratamos de que los demás se sientan tan infelices como nosotros a fin de alimentarnos de sus reacciones emocionales negativas.

En la mayoría de los casos, el cuerpo del dolor tiene una fase activa y otra latente. Cuando está latente olvidamos fácilmente que llevamos una nube negra o un volcán dormido en nuestro interior.
El período que permanece latente varía de una persona a otra: lo más común es unas cuantas semanas, pero puede ser también unos cuantos días o unos meses. En algunos casos infrecuentes, el cuerpo del dolor puede permanecer en estado de hibernación durante años hasta que algún suceso lo despierta.

El cuerpo del dolor despierta o se activa ante un suceso o situación concreta y entonces quiere alimentarse de más dolor. Cuando se dispone a alimentarse puede valerse del suceso más trivial, desde algo que alguien dice o hace, o incluso un pensamiento.
Si la persona vive sola o no hay nadie cerca en el momento, el cuerpo del dolor se alimenta de los pensamientos negativos. De un momento a otro, los pensamientos se tornan profundamente negativos.
Todos los pensamientos son energía y el cuerpo del dolor procede a alimentarse de esa energía. Pero no cualquier pensamiento le sirve de alimento. Un pensamiento positivo vibra en una frecuencia diferente a un pensamiento negativo; el pensamiento positivo genera una sensación distinta a la que genera uno negativo. Aunque es la misma energía, vibran en frecuencias distintas. Un pensamiento alegre y positivo es indigestible para el cuerpo del dolor, el cual, solamente puede alimentarse de los pensamientos compatibles con su propio campo de energía.
Todas las cosas son campos de energía vibratorios en constante movimiento. Lo que percibimos como materia física es energía que vibra (se mueve) en una determinada gama de frecuencias; son átomos en movimiento. Los pensamientos están hechos de la misma energía pero vibran a una frecuencia más alta que la de la materia, por la cual no podemos verlos o tocarlos.
Los pensamientos tienen su propia gama de frecuencias: los negativos están en la parte inferior, mientras que los positivos están en la parte superior de la escala. La frecuencia vibratoria del cuerpo del dolor resuena con la de los pensamientos negativos, por lo cual, solamente puede alimentarse de ellos.

La emoción del cuerpo del dolor no tarda en apoderarse del pensamiento, y una vez que eso sucede, la mente comienza a producir pensamientos negativos. La voz de la mente comienza a contar historias de tristeza, angustia o ira acerca de la vida, de nosotros mismos, de las otras personas, de los sucesos pasados, presentes, futuros o imaginarios. La voz culpa, acusa, reniega, se imagina. Y nosotros nos identificamos totalmente con lo que dice la voz y creemos todos sus pensamientos distorsionados. Es el momento en que se apodera de nosotros la adicción a la infelicidad.
En ese momento, el cuerpo del dolor está viviendo a través de nosotros y suplantando a nuestro verdadero ser.
Cada pensamiento alimenta el cuerpo del dolor y éste, a su vez, genera más pensamientos. Es un círculo vicioso entre el cuerpo del dolor y el pensamiento.
En algún momento, después de unas cuantas horas o hasta días, una vez que el cuerpo del dolor está satisfecho, entonces vuelve a dormir, dejando tras de sí un organismo agotado y un cuerpo mucho más susceptible a la enfermedad. Se parece mucho a un parásito psíquico, y eso es en realidad.

Cuando tenemos personas a nuestro alrededor, especialmente el cónyuge o un familiar cercano, el cuerpo del dolor busca provocarlas para poder alimentarse del drama que seguramente sobrevendrá.
A los cuerpos del dolor les encantan las relaciones íntimas y las familias porque es a través de ellas que obtienen mayor alimento.

El cuerpo del dolor de la otra persona desea despertar el nuestro para que los dos puedan alimentarse mutuamente.
Muchas relaciones pasan por episodios violentos y destructivos montados por el cuerpo del dolor a intervalos periódicos. Un niño experimenta un sufrimiento casi insoportable cuando se ve obligado a presenciar la violencia emocional de los cuerpos del dolor de sus padres. Es una de las formas de transmitir el cuerpo del dolor de generación en generación.

El consumo excesivo de alcohol suele activar el cuerpo del dolor. En estado de ebriedad, la persona sufre un cambio de personalidad cuando el cuerpo del dolor asume el control. Una persona profundamente inconsciente cuyo cuerpo del dolor se reabastece periódicamente a través de la violencia física, suele dirigir esa violencia contra su cónyuge o sus hijos. Cuando recupera la sobriedad, su arrepentimiento es grande y auténtico y promete seriamente no volver a cometer esos actos de violencia. Sin embargo, la persona que habla y promete no es la entidad agresora, de tal manera que es seguro que vuelva a caer en ese comportamiento una y otra vez, a menos que reconozca el cuerpo del dolor que vive en su interior, opte por estar presente y logre dejar de identificarse con ese cuerpo del dolor.

Los cuerpos del dolor buscan infligir sufrimiento y ser a la vez víctimas de él. Se alimentan de la violencia, ya sea física o emocional.
Algunas parejas que creen estar enamoradas en realidad se sienten atraídas porque sus respectivos cuerpos del dolor se complementan.
Puede ser que un buen día vemos que nuestra pareja experimenta un cambio radical de personalidad; usa un tono de voz duro o estridente para acusarnos o culparnos y gritarnos. Hay una energía intensamente hostil que emana de ella. Cuando la miramos a los ojos, éstos ya no brillan. Es como si estuviéramos frente a un perfecto extraño en cuyos ojos vemos odio, hostilidad, amargura o ira. Cuando nos hablan, no es la voz de nuestra pareja, sino el cuerpo del dolor que habla a través de ella. Lo que dice no es más que la versión distorsionada de la realidad que nos ofrece el cuerpo del dolor; una realidad completamente distorsionada por el miedo, la hostilidad, la ira y el deseo de infligir y recibir más dolor. No es verdaderamente nuestra pareja, sino el cuerpo del dolor que ha tomado posesión de ella transitoriamente.
Sería difícil encontrar una pareja que no cargue con un cuerpo del dolor, pero quizás sería prudente elegir a alguien cuyo cuerpo del dolor no sea tan denso.

Algunas personas cargan cuerpos del dolor densos, que nunca están completamente latentes. Pueden sonreír y conversar educadamente, pero podemos sentir el nudo de infelicidad que bulle bajo la superficie, esperando el siguiente suceso que les permita reaccionar, la siguiente persona a quien culpar o confrontar, la siguiente razón para ser infelices. Sus cuerpos del dolor nunca se satisfacen, siempre están hambrientos. Intensifican la necesidad del ego de tener enemigos.
Su reactividad hace que las cosas con poca importancia se salgan de toda proporción porque tratan de arrastrar a los demás hacia su drama haciéndolos reaccionar.
Algunas de estas personas viven en batallas prolongadas y finalmente inútiles o en litigios contra empresas y personas. Otras se consumen de odio obsesivo contra su antigua pareja. Sin reconocer el dolor que llevan adentro, proyectan su dolor sobre las situaciones y los sucesos a través de su reacción. Puesto que no tienen consciencia alguna de lo que son, no distinguen entre un suceso y su reacción frente al mismo. Para ellos, la infelicidad y el sufrimiento es parte integral del suceso o de la situación. Al no tener consciencia de su estado interior, ni siquiera saben que son profundamente infelices y que están sufriendo.

¿Por qué las películas violentas atraen a un público tan grande? Hay una industria enorme, parte de la cual se sostiene gracias a la adicción de los seres humanos a la infelicidad. Las personas ven esas películas porque desean sentirse mal.
¿Qué es lo que motiva al ser humano a querer sentirse mal? El cuerpo del dolor.
Buena parte de la industria del entretenimiento está dirigida a él.
Además de la reactividad, los pensamientos negativos y el drama personal, el cuerpo del dolor también se renueva indirectamente a través del cine y la televisión.
Son cuerpos del dolor los que escriben y producen esas películas para que otros cuerpos del dolor paguen por verlas.

En la actual etapa evolutiva de la humanidad, la violencia no solamente es generalizada sino que va en aumento, a medida que la vieja consciencia egotista, amplificada por el cuerpo del dolor colectivo, se intensifica antes de su inevitable muerte.
Si las películas muestran la violencia dentro de su contexto más amplio, si muestran el origen y las consecuencia de esa violencia, si muestran la inconsciencia que está detrás de ella y que se pasa de generación en generación (la ira y el odio que viven en forma de cuerpo del dolor en cada ser humano), entonces las películas pueden desempeñar un papel fundamental en el despertar de la humanidad. Pueden ser el espejo en el cual la humanidad vea reflejada su locura. Aquello que reconoce la locura como tal es cordura, es el despertar de la consciencia, es el fin de la demencia.
Esta clase de películas existen y no alimentan el cuerpo del dolor. El cuerpo del dolor solamente se puede alimentar de las películas en las cuales la violencia se presenta como un comportamiento normal y hasta deseable, o que glorifican la violencia con el único propósito de generar emociones negativas en el observador.

Los medios de comunicación noticiosos en general, incluida la televisión, tienden a prosperar a base de noticias negativas. No venden principalmente noticias sino emociones negativas: alimento para el cuerpo del dolor. A los cuerpos del dolor sencillamente les encanta.

Los cuerpos del dolor colectivos tienen distintas ramificaciones; Las naciones, las razas, las tribus, etc., tienen sus propios cuerpos colectivos, algunos más pesados que otros.
Casi todas las mujeres participan del cuerpo del dolor colectivo femenino, el cual tiende a activarse especialmente antes de la menstruación. En ese momento, muchas mujeres se sienten invadidas de emociones negativas. Esto se debe a la represión y supresión de la parte femenina que se ha vivido durante los últimos 2.000 años.
Pero las mujeres se identifican con el ego menos que los hombres, permanecen en mayor contacto con el Ser interno y la intuición, son más sensibles y están en mayor sintonía con otras formas de vida y la naturaleza.
Los hombres también tienen parte femenina; todos los seres humanos, indistintamente de su género, tienen parte masculina y parte femenina. Al intentar suprimir la parte femenina a lo largo de estos 2.000 años, no solamente en las mujeres sino también en los hombres, la parte masculina que es más racional se ha intensificado y ha provocado una gran desconexión con nuestro ser interno.
Si no se hubiera destruido el equilibrio entre la energía masculina y femenina en nuestro planeta, el crecimiento del ego se habría visto obstaculizado en gran medida. No le habríamos declarado la guerra a la naturaleza y no estaríamos tan completamente alejados de nuestro Ser.

Actualmente vivimos una situación en la cual se ha interiorizado la supresión de nuestro aspecto femenino, incluso en la mayoría de las mujeres. Muchas de ellas, puesto que lo sagrado de lo femenino está suprimido, lo sienten en forma de dolor emocional. Se ha convertido en parte de su cuerpo del dolor, junto con el sufrimiento infligido a las mujeres durante miles de años a través del parto, las violaciones, la esclavitud, la tortura y la muerte violenta.
Pero las cosas están cambiando rápidamente; muchas personas comienzan a tomar consciencia y el ego comienza a perder su dominio sobre la mente humana.
Puesto que el ego nunca se arraigó profundamente en las mujeres, está perdiendo su ascendiente sobre ellas con mayor rapidez que sobre los hombres.

El cuerpo del dolor es más denso en algunos países en los cuales se han producido o cometido muchos actos de violencia colectiva. Esta es la razón por la que las naciones más antiguas tienden a tener cuerpos del dolor más fuertes.
Los países más jóvenes como Canadá o Australia, o los que han permanecido al abrigo de la locura generalizada como es el caso de Suiza, tienden a tener cuerpos colectivos más livianos. Claro está que los habitantes de esos países tienen sus propios cuerpos del dolor individuales.
Cuando se tiene sensibilidad suficiente, es posible sentir el peso del campo de energía de ciertos países tan pronto como uno baja del avión.
En otros países se puede percibir un campo de energía de violencia latente bajo la superficie de la vida cotidiana. En algunas naciones, como por ejemplo en el Medio Oriente, el cuerpo colectivo del dolor es tan agudo que una parte importante de la población se ve obligada a manifestarlo a través de un ciclo de locura interminable de crímenes y venganzas a partir del cual se renueva constantemente el cuerpo del dolor.

En algunos países el cuerpo del dolor es pesado pero ya ha dejado atrás su fase aguda. El pesado cuerpo del dolor de China se ha mitigado hasta cierto punto con la práctica generalizada del Tai Chi.
Todos los días, en las calles y en los parques, millones de personas practican esta forma de meditación en movimiento que tranquiliza la mente. Esto tiene un efecto profundo sobre el campo de energía colectivo y contribuye a disminuir hasta cierto punto el cuerpo del dolor, al reducir la actividad de la mente y generar Presencia.
El mundo occidental ha comenzado a acoger cada vez más las prácticas espirituales en las que participa el cuerpo físico, como el Tai Chi, el Qi-gong, y el Yoga. Estas prácticas no crean una separación entre el cuerpo y el espíritu y ayudan a debilitar el cuerpo del dolor. Su papel en el despertar del planeta será de gran importancia.

El cuerpo colectivo racial es pronunciado entre los judíos, quienes han sufrido persecuciones durante muchos siglos. No sorprende que sea también fuerte entre los pueblos nativos de Norteamérica, los cuales fueron diezmados y cuyas culturas prácticamente fueron aniquiladas con la llegada de los colonos europeos.
Los afroamericanos también tienen un cuerpo colectivo del dolor pronunciado. Sus ancestros fueron arrancados violentamente de su tierra natal, sometidos a golpes y vendidos como esclavos. Las bases de la prosperidad económica de los Estados Unidos se construyeron sobre el trabajo forzado de 4 ó 5 millones de esclavos.
El sufrimiento causado a los pueblos nativos y a los afroamericanos no ha permanecido confinado a esas dos razas, sino que se ha convertido en parte del cuerpo colectivo del dolor de los estadounidenses. Siempre sucede que tanto la víctima como el victimario sufren las consecuencias de todo acto de violencia, opresión o crueldad. Porque por ley del karma, nos hacemos a nosotros mismos lo que les hacemos a los demás.

Realmente no importa cuál proporción de nuestro cuerpo del dolor pertenezca a nuestra nación o nuestra raza y cuál proporción sea personal. Cualquiera que sea el caso, la única manera de trascenderlo es asumiendo la responsabilidad de nuestro estado interior en este momento. Mientras culpemos a los demás continuaremos alimentando el cuerpo del dolor con nuestros pensamientos y permaneceremos atrapados en el ego.
Solamente hay una fuente de maldad en nuestro planeta: la inconsciencia humana. Reconociendo tal inconsciencia, traemos luz y presencia y podemos disolver gran parte de nuestro dolor y negatividad.



Eckhart Tolle
"Una Nueva Tierra"

06 septiembre 2018

LEY DEL DHARMA. VIVIR DESDE LA ABUNDANCIA


"Todo aquello que no te produce satisfacción, gozo y entusiasmo, déjalo o cambia de enfoque y acéptalo. Cuando hacemos lo que no nos gusta, generamos sufrimiento en nosotros mismos y en los que están a nuestro alrededor". (Eckhart Tolle)

Dharma es un vocablo sánscrito que significa “propósito en la vida”.
Esta ley dice que todos los seres nos hemos manifestado en forma física para cumplir un propósito.
El campo de la potencialidad pura es la divinidad en su esencia. Y la divinidad adopta la forma humana para cumplir un propósito.
De acuerdo con esta ley, cada uno de nosotros tiene un talento único y una manera única de expresarlo.
Cada individuo es irrepetible y tiene un talento único. Ningún ser puede hacer una cosa igual que otro ser en todo el mundo.
Y por cada talento único y por cada expresión única de dicho talento, también existen unas necesidades únicas.
Cuando estas necesidades se unen con la expresión creativa de nuestro talento se produce la chispa que crea la abundancia.

La ley del Dharma tiene 3 componentes:

1. El primero dice que cada uno de nosotros está aquí para descubrir a su verdadero Yo Superior, o también llamado Yo Espiritual.
Somos en esencia, seres espirituales que han adoptado una forma física para manifestarse aquí en la Tierra. No somos seres humanos que tienen experiencias espirituales, sino todo lo contrario, somos seres espirituales que tienen experiencias humanas.

2. El segundo componente es la expresión de nuestro talento único.
La ley del Dharma dice que cada uno de nosotros tiene un talento único en su expresión.
No existe otro ser sobre el planeta que tenga ese talento o que lo exprese de esa manera.

3. El tercer componente es el servicio a la humanidad.
Servir a los demás seres humanos y preguntarse: ¿Cómo puedo ayudar? ¿Cómo puedo ayudar a todas las personas con quienes tengo contacto?
Cuando combinamos la capacidad de expresar nuestro talento único con el servicio a la humanidad, estamos usando plenamente la ley del Dharma.
Y cuando unimos esto al conocimiento de nuestra propia espiritualidad, el campo de la potencialidad pura, es imposible que no tengamos acceso a la abundancia ilimitada, porque ésta es la verdadera manera de lograr la abundancia.
Y no se trata de una abundancia transitoria, ésta es permanente en virtud de nuestro talento único, de nuestra manera de expresarlo y de nuestro servicio y dedicación a los demás seres humanos.

Si deseamos utilizar al máximo la ley del Dharma, es necesario que nos comprometamos a hacer varias cosas:
1. Primer compromiso: Por medio de la práctica espiritual, buscaremos nuestro Yo Superior, el cual está más allá de nuestro ego.

2. Segundo compromiso: Descubriremos nuestros dones y talentos únicos, y una vez descubiertos disfrutaremos de la vida expresándolos.
Sabremos cuáles son nuestros dones y talentos únicos cuando realicemos aquello que nos gusta y perdamos la noción del tiempo y entremos en el estado de dicha absoluta.

3. Tercer compromiso: Nos preguntaremos cuál es la mejor manera de poder servir a la humanidad con la expresión de nuestros talentos únicos.

(Deepak Chopra)


Nuestro propósito primario o principal es la Auto-realización; es reconocer nuestra verdadera naturaleza y establecernos en ella. Esto lo podemos hacer a través de la práctica espiritual.
La meditación es una herramienta muy importante para poder realizar nuestro verdadero Ser, ya que la meditación nos permite observar nuestra mente y calmar los pensamientos y conectar con nuestro verdadero Ser.
Cuando observamos nuestros pensamientos, podemos darnos cuenta de que hay un espacio entre pensamiento y pensamiento. Este espacio es silencio, vacío. Y cuando observamos este vacío, en ese mismo vacío reconocemos nuestra verdadera naturaleza, la cual, está más allá de toda la experiencia.

Cuando nuestra atención está distraída con las cosas mundanas, no somos conscientes de lo que realmente somos, pues todo el contenido y movimiento mental oscurece nuestro Verdadero Ser. Es como las nubes que ocultan el sol; el sol siempre está ahí, pero las nubes ocultan el sol. Estas nubes son nuestros pensamientos; es el contenido de nuestra mente que viene y va. Y todo este contenido oculta nuestra verdadera naturaleza. Cuando meditamos y observamos el espacio de silencio y vacío que hay entre pensamiento y pensamiento, entre contenido y contenido, entonces podemos ver claramente nuestra verdadera naturaleza.

Todo lo que experimentamos es contenido, y es mental. Lo que verdaderamente somos está más allá de este contenido.
Una persona que vive totalmente distraída en las cosas del mundo, su mente está llena de contenido, de pensamientos.
La naturaleza de la mente es movimiento, la mente busca experimentar, busca objetos, contenido, por lo que siempre está llevando la atención hacia los objetos de percepción y hacia el mundo externo.
La persona que vive totalmente atrapada en su mente, no es consciente del silencio que existe más allá de dicho contenido, por tanto, esta persona vivirá atrapada en los patrones mentales condicionados de su mente. Estos patrones mentales condicionados son los samskaras; las huellas e impresiones que han quedado grabadas en la mente subconsciente debido a experiencias pasadas.
Cada vez que experimentamos en la vida, todas estas experiencias son huellas e impresiones que van quedando grabadas en nuestra mente subconsciente. Estas impresiones o también llamadas samskaras, a medida que las vamos repitiendo y repitiendo, se convertirán en hábitos (vasanas). La persona que vive en su mente, vivirá condicionada por dichas impresiones y reproducirá dichos hábitos de manera inconsciente, sin pararse a observar ni a discernir. Tal persona experimentará su vida de forma inconsciente y reaccionará como un piloto automático, siento impulsada a repetir una y otra vez los mismos hábitos o vasanas sin tener libre albedrío.

Es decir, cuando nuestra atención está totalmente enfocada en la mente y en el mundo, somos arrastrados por esta inercia mental de huellas e impresiones que ya están en nuestro subconsciente. Y ante las situaciones que experimentamos, reaccionamos reproduciendo estos mismos patrones. De tanto reproducir estos patrones, creamos hábitos.
Así que la persona inconsciente vive atrapada en su mente, repitiendo los mismos hábitos una y otra vez sin elegir cómo actuar. No usa el discernimiento.
Esta persona está desconectada de sí misma, de su ser. Y esta desconexión hace que la persona no viva alineada con su propósito de vida o ley del dharma, sino que vive en función de los deseos de la mente y de sus hábitos. Esto conlleva a que la persona no esté manifestando sus dones y talentos únicos, por lo que no estará disfrutando de lo que hace. Generará sufrimiento para sí misma y no estará alineada con la abundancia de la vida.
Cuando no hacemos lo que nos gusta, generamos sufrimiento para nosotros mismos y para los que nos rodean. Vivimos como esclavos de la vida y luchamos para ganarnos el sustento y para poder sobrevivir. Vivimos desde el miedo y la inseguridad creyendo que tenemos que trabajar de lo que sea para ganar el dinero que necesitamos para sobrevivir. El trabajo se torna una obligación, una carga, algo negativo que detestamos o que no nos hace disfrutar. Tenemos un sentimiento de falta, de carencia y únicamente trabajamos para ganar dinero para cubrir nuestras necesidades y nuestros deseos. No gozamos de lo que hacemos, sino que somos esclavos de ello.
Esto es vivir desconectados de nosotros mismos, vivir inconscientemente, atrapados por el deseo, la necesidad y el miedo, los cuales, son de la mente. Y esto no crea abundancia en nuestra vida, sino esclavitud y sufrimiento.

Cuando empezamos a observar los espacios de silencio que hay entre pensamiento y pensamiento, permitimos que haya espacio en la mente. Y cuando hay espacio, podemos sentir nuestro verdadero ser. Nos conectamos con nuestra verdadera naturaleza y adquirimos la capacidad de poder discernir. El discernimiento es una cualidad de nuestro intelecto, el cual, está más allá de la mente (de los pensamientos y emociones).
La persona que está conectada con su ser, ya no vive desde la mente condicionada sino que vive desde el corazón, el sentir. Ya no es arrastrada por los patrones condicionados de su mente, por lo que ya no será presa de los samskaras y vasanas. 
Dicha persona ya no será esclava de los deseos de la mente, sino que vivirá desde el sentir del corazón. Entonces, manifestará sus dones y talentos únicos y los pondrá al servicio de los demás seres. Estará alineada con su propósito externo, la ley del dharma, por tanto, sentirá satisfacción, gozo y entusiasmo por lo que hace. Disfrutará de la vida y se sentirá plena y agradecida, generando abundancia y felicidad para sí misma y para los demás.

La clave es primero realizar nuestro propósito interno, que es vivir conectados con nuestro ser. Y una vez vivimos desde nuestro ser, podremos manifestar nuestros dones y talentos únicos. Estaremos al servicio de los demás, disfrutaremos de lo que hacemos y crearemos abundancia y felicidad.




Camino al Despertar